9 Viejas cuentas
pendientes.
Eragon se
despertó jadeando, la camisa se le había pegado al pecho y un viento frío que
provenía del oeste le hacía tiritar de frío. El sol aún no había salido por el
horizonte, pero los primeros rayos de la mañana se adivinaban por el ligero
toque granate que empezaban a adquirir los cielos del este.
El jinete
recordó las últimas palabras que Saphira le había dicho el día anterior y fue a
buscar a Jeod en el palacio de Nasuada. Le encontró en uno de los jardines de
este, jugando con un joven soldado a un
juego que el desconocía pero advirtió que el tablero de juego se dividía en
sesenta y cuatro casillas blancas y
negras que se sucedían entre ellas de manera que cada casilla blanca tenía
cuatro negras a su alrededor y cada negra cuatro blancas. Eragon se quedó
observando a los dos jugadores durante mucho tiempo, ambos estaban concentrados
en el juego que ninguno parecía advertir su presencia, así que se los quedó
observando intentando descifrar los enigmas del juego. Advirtió que había
dieciséis piezas de cada color, blancas y negras, y que de esas dieciséis ocho
eran iguales, además había otras seis que eran iguales dos a dos, dejando dos
parecidas pero no iguales en el centro de la fila más cercana de cada jugador,
y que cada una de ellas tenía una forma especial de moverse.
Finalmente,
cuando muchas piezas se quedaron fuera del tablero a Jeod se le iluminó la cara
y moviendo una pieza que imitaba la forma de un caballo dijo “Bueno, esto es
jaque mate” Fue entonces cuando este se percató de la presencia del jinete y
después de dar las gracias al soldado y haberle pedido que regresara a su
puesto se dirigió a él.
-
¿Sabes
jugar?-dijo señalando al tablero. Eragon negó con la cabeza. Jeod añadió
haciendo un ademán invitándole a sentarse con él en el banco: ¿Tienes tiempo?
Eragon dirigió
su mirada de nuevo hacia el horizonte y pensó que tenía tiempo suficiente hasta
que Saphira los reclamase así que sonriendo a Jeod se sentó con él y este le enseño a jugar.