Eragon pasó al
siguiente, Arya esplendida como la última vez que la vio provocó en Eragon
aquel sentimiento que había sentido por primera vez en su viaje hacia
Ellésmera, nada había cambiado, él había pensado que el tiempo había terminado
por enterrar el pequeño brote que había nacido en aquella prisión de Gil´ead,
pero ahora aquel brote se había convertido en un árbol fuerte de raíz. Él la
miró y ella a él, los ojos azules no cedieron por primera vez a los azules,
sino que al final fue la elfa la que tuvo que terminar desviando la mirada. A
Eragon se le empezaron a calentar las orejas y el estómago empezó a picarle. No
era desconocido por nadie el pequeño romance que habían mantenido los dos
jinetes durante los pocos años que habían pasado juntos. En este momento, la
tensión alcanzó su punto máximo, todas las miradas de las nueve personas
contando a Murtagh, el cual había ido haciendo lo mismo que Eragon solo que más
tarde, se posaban sobre ellos. Todos esperaban un abrazo e incluso los más
románticos (como Roran y Nasuada) esperaron un beso, el cual nunca llegó.
Finalmente Eragon hizo lo que ninguno esperaba de él, agachó la cabeza y dijo
en el idioma de los elfos:
-
Atra esterní ono
thelduin
-
¿Qué…?
– Arya por primera vez había olvidado por completo el saludo de los elfos,
aparte de que era lo último que esperaba oír de Eragon. Finalmente añadió
titubeando - ¡Oh! Mor´ranr lífa unin
hjarta onr
-
Un du evarínya
ono varda.
Y sin más demora
pasó al último de los componentes de la comitiva. Todos quedaron decepcionados
con lo que Eragon había hecho, especialmente a la elfa, pero este sabía lo que
hacía, había esperado treinta y siete años para aquel momento, podía esperar un
poco más, en lo que se refería a Arya y a él los concernía solo a ellos y no
era un tema que debiera de hacerse público. Como Firnen había corrido hacia
Saphira en el momento en el que había tocado el suelo y juntos se habían ido
volando, no hizo falta ir a saludarlo, así que se pudo dirigir hacia el último.
De todo lo que le pasó a
Eragon aquella tarde, nada le sorprendió
más que aquello. Muchas cosas le vinieron a la cabeza y quiso decirlas todas
sin importarle si lo que decía estaba bien o mal, pero de su boca no salió ni
una sola palabra. Sus ojos se bañaron en lágrimas plateadas que caían como
cataratas por sus mejillas. Todo sentimiento por Arya se borró de su mente.
Varias veces se frotó los ojos, pero era verdad, allí, en la plaza redonda de
Ilirea, la capital de uno de los reinos de Alagaësia, estaba Brom.Hasta la semana que viene