Eragon no podía
creer lo que veía, no supo si reía o lloraba, y antes de que se diese cuenta
estaba abrazando al anciano, de nuevo todos los recuerdos de aquel que había
sido su maestro le inundaron, solo existía él, bien podría estar otra vez
luchando contra Saphira que no se habría dado cuenta. Eragon le apretó
fuertemente contra su pecho, temiendo que si le soltaba, volvería a perderlo y
no volvería a verlo jamás. Brom besó e a su hijo en la frente, él también
lloraba, nunca creyó que lo volvería a ver y aún menos que el supiese su
secreto. Mucho tiempo continuaron abrazados los dos jinetes, capitán y
soldado, maestro y aprendiz, padre e
hijo, pero al final ambos se separaron y volvieron a sus posiciones anteriores.
Entonces Eragon tartamudeando dijo:
-
P…,
p…, pe… ¿Cómo? –Brom sonrió ante aquella pregunta y después soltó una larga
carcajada. Finalmente le respondió-
Realmente yo tampoco lo sé, me desperté un día y lo primero que vi
fueron árboles.
A Eragon le
pareció que le guiñaba un ojo para reafirmar la indirecta que le acababa de
mandar para que preguntase a Arya, pero no tuvo más tiempo para pensar en eso,
en ese momento Firnen, Saphira y Espina
aterrizaron en el suelo, aquello hizo un efecto muy curioso pues era la primera
vez que los tres famosos dragones habían volado juntos y antes de que Eragon pudiera darse cuenta,
Murtagh estaba a su derecha y Arya a su izquierda, formando una especie de
espejo, ya que cada uno de los jinetes quedaba delante de su dragón.