Ella se alejó
desesperada junto con sus dos compañeros, volviendo a discutir con los otros
que se habían vuelto a reunir. Cada vez los gritos eran más altos y a Eragon le
terminaron por fastidiar. Justo cuando se disponía a decir algo, un enorme
rugido hizo callar a todos. Todos se volvieron buscando a Saphira o a Espina, a
su izquierda, pero todos se sorprendieron cuando vieron que el que había rugido
había sido Firnen. El dragón verde dijo:
-
Estáis montando
revuelo por un asunto sin importancia. ¿Qué más da quien sea el padre? Lo
importante son los hijos. Y aun así la duda os carcomerá hasta el fin de
vuestros días. Me siento decepcionados con todos, incluso contigo Arya, por
montar tanto barullo por esta tontería
-
¿Tú
lo sabes? –dijo la elfa temiendo lo que podría significar eso-.
-
Lo sé
-
¿Quién
es? –dijeron esta vez todos a la vez-.
-
Soy yo. Ocurrió
durante los dos años que pasé con ellos en Vroengard y desde entonces he
esperado para ver que ha ocurrido con
nuestros huevos. Ya está, ya conocéis la verdad.
Todos se quedaron
boquiabiertos ante aquella afirmación, pero ninguno podía compararse con el de
Arya. Los recuerdos de Firnen la envolvieron, aquella pequeña parte que le
había sido oculta hasta aquel momento, se había abierto y por fin podía saber
lo que contenía. Lo que vio le sorprendió y descubrió una parte distinta de
Firnen que no conocía. De pronto una voz familiar le dijo: Siento no habértelo contado. Arya se dirigió entonces a su
compañero:
Hasta la semana que viene