Cuando Saphira
emergió, Eragon nadó hasta la orilla derecha y se puso a buscar su camisa, la
encontró tirada cerca de una roca curiosamente lisa, Eragon se la puso y
después se tumbó en la roca. La dragona llegó unos minutos después con la
comida, había cazado dos pequeños ciervos, Eragon se preguntó dónde demonios
los había encontrado. Pesé a que le costó mucho, pensó que ya que estaba
muerto, sería un desperdicio, así que después de echarle una mirada de reproche
a Saphira, se fue a por leña, ya que no quería comerse la comida cruda. A un
par de metros, encontró un árbol seco y cortó varias de sus ramas con Brisingr, la hoja élfica de la espada
arrancaba las ramas como si se tratase de hierba. Después de sus seres queridos,
su espada era lo que más amaba en el mundo.
Cuando volvió
junto a la dragona, tiró todas las ramas que había recolectado juntas y
señalándolas gritó “¡Brisingr!”. De pronto todas las llamas prendieron en un
brillante fuego azul, al igual que la hoja de su espada. Eragon apagó las
llamas de la espada y después se las apañó como pudo para que la parte que le
correspondía de uno de los ciervos se asase. Saphira engulló el primer ciervo y
la otra parte del segundo antes de que la comida de Eragon estuviese lista y
como seguía teniendo hambre tuvo que volver a irse a por otro. De manera que
Eragon empezó a comer solo su ciervo. Cuando la dragona volvió, su boca de
reptil traía otros dos ciervos y dijo:
-
Por si acaso.-después de ver
que Eragon ya estaba comiendo añadió- Eh,
no me has esperado.
Eragon no pudo
contener una sonora carcajada ante la queja de la dragona. Después cuando vio
que ella lo decía en serio se apresuró a disculparse. La comida transcurrió en
silencio y cuando terminaron, para descargar la tensión, Eragon dijo:
-
Me
ha encantado tu regalo –Saphira giró la cabeza hacia él y dijo- ¡Si aún no ha llegado lo mejor!
-
¿Y
qué es lo mejor?
-
Una sorpresa –respondió la
dragona con un tono juguetón. Eragon tuvo que resignarse, ya que conocía a la
dragona y sabía que no iba a sonsacarle
nada más. Justo cuando Eragon empezaba a quedarse dormido en la piedra, que
ahora estaba caliente, Saphira añadió- Pero
ahora que lo pienso, sería mucho más divertido, si pudieses aguantar bajo el
agua.
Eragon estuvo un
rato cavilando en ello y al final encontró la solución, crearía una burbuja de
agua que e torno a su cabeza de manera que siempre estuviese llena de oxígeno.
Miró a la dragona para comunicarle su descubrimiento, y descubrió que ella ya
estaba inclinada hacia un lado invitándole a subir.
-
¿Subes?-preguntó la dragona-.
Llévame donde quieras, soy tuyo.