jueves, 12 de junio de 2014

11.3

Bien, acabado ya el instituto y con mi titulo en ESO tendré ahora mas tiempo para el blog. VTK ya se que hasy mucho espacio entre entrada y entrada, pero es que soy una persona muy ocupada, cada vez más... De todas formas ahora si que volvere a publicar cada una o dos semanas.

Como ya dije, el capitulo 11, Destino, es la columna vertebral del epílogo, la que justifica su existencia, a mi me parece que está bien logrado, pero nunca es igual el escritor que el lector, por lo que me gustaría que me comentarais que os parece...

La sonrisa que antes reflejaba el rostro de la herbolaria, se fue estrechando hasta que solo quedó un final línea entre sus labios. Sus ojos expresaban ira y sobre todo rabia. De pronto, todo se oscureció la pequeña chimenea que quedaba a la derecha del jinete que  apenas chisporroteaba se convirtió en la única fuente de luz de toda la habitación aparte del reluciente vestido verde de Ángela, que de alguna manera irradiaba una deslumbrante luz plateada.
Eragon se quedó con la boca completamente abierta. ¿Cómo había hecho eso? ¿Había sido magia? ¿Había arriesgado su vida sencillamente para hacer un viejo truco de teatro? De manera que cuando volvió a mirar a los ojos de la herbolaria vio un poder oculto durante muchos años en lo más profundo de su ser. Al hablar, la voz penetró en los oídos del jinete con tanta intensidad que Eragon no pudo evitar taparse las orejas con las manos, la voz era profunda, grave y terrible:
-          ¿ACASO TE ATREVES A CUESTIONARME, MÍSERO JINETE DE DRAGÓN? –La voz que había ido creciendo amenazaba con desmayar a Eragon- ¿OSAS CUESTIONAR A ÁNGELA? ¿DUDAS A CASO DE MIS PODERES?
Y entonces todo volvió a la normalidad, el vestido de la herbolaria dejó de irradiar esa potente e insoportable luz y el fuego volvió a iluminar toda la habitación. Eragon se sorprendió viéndose de pie, así que se dejó caer de nuevo sobre la silla. Ángela volvía ser la de siempre, y su sonrisa volvía a instalarse en su rostro:
-          Aun así, te demostraré que te equivocas
-          ¿Cómo has hecho eso sin hablar en el idioma antiguo?
-          Ya te dije una vez que yo era poderosa, no te olvides de quien te rescató en Dras-Leona, pero no has venido aquí por eso ¿no?
Dicho esto, la herbolaria se inclinó hacia la derecha y abrió un cajón del que extrajo una pequeña bolsita de tela cerrada por unos hilos. Sin prisa fue desatando, uno a uno fue quitando los nudos mantenían cerrada la bolsa, los hilos eran de distintos colores, el primero que desató fue el rojo, después el verde, el azul, el amarillo, el negro y por último, el blanco, este último se le resistió un poco pero finalmente Ángela extrajo sus preciados nudillos de dragón.
Ángela se puso seria mientras sostenía los huesos con ambas manos, pero aquella vez no cerró los ojos sino que permaneció mirando al jinete, la hoguera de odio que hervía en su interior, no se había apagado. La ira aún se reflejaba en los ojos de la bruja, Eragon detectó un movimiento a la derecha de la herbolaria y se alegró de tener una escusa para desviar su mirada de la de Ángela, el hombre gato observaba con una sonrisa felina, sus ojos amarillos se habían reducido hasta transformarse en una estrecha rendija y mantenía la cola completamente levantada. Entonces Ángela desvió la mirada hacia sus manos y pronunció con una voz potente sin apenas mover los labios:
¡Manin! ¡Wyrda! ¡Hugin! – Y tiró los huesos sobre la mesa. Cayeron todos juntos y relucieron bajo la tenue luz de la hoguera-.

Hasta pronto

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