10 Seducción.
Ya eran altas
horas de la madrugada cuando Saphira aterrizó sin hacer ruido en la plaza
redonda. Durante el viaje Eragon no había parado de ver a Brom por todas
partes, todo le recordaba el viaje que había hecho con su padre, así que en
cuanto tocaron el suelo se dispuso a buscarle para hablar con él, pero antes
tenía que asegurarse de que a su preciado tesoro no le hubiera pasado, de
manera que tuvo que esperar a que Saphira estuviese profundamente dormida para
ir a buscarlo. Lo había enterrado en la tierra mientras buscaba a Jeod el día anterior,
tardó un rato en encontrar donde lo había dejado, pero cuando lo hizo se
arrodilló y empezó a murmurar deprisa el conjuro para desenterrarlo.
Media parte de
la caja donde había guardado su preciado objeto empezaba a emerger de la
tierra. A Eragon le costaba mucho mantenerse despierto, pero aun así mantenía
la concentración. Cuando por fin consiguió extraer la caja del todo, la abrió y
comprobó que su tesoro continuaba allí. Lo sacó de la caja y lo mantuvo un rato
sujeto en sus manos. La suavidad le maravillaba y la dureza también, era algo
maravilloso y por lo que muchas personas darían casi la vida por obtener, algo
que solo era comparable con la belleza con el huevo de Saphira, pero no se
parecía en nada. Y una vez más esa maldita pregunta le asaltó la cabeza: ¿Si o
no?
-
¿Eragon?
–susurró una voz conocida detrás de él. Eragon se dio la vuelta dejando el
tesoro a su espalda para que quien fuese el que le había llamado no lo viese. A
unos tres metros de Eragon, Arya le dedicaba su más encantadora sonrisa. Sus
miradas se encontraron mientras ella añadía- Te he echado de menos.
En cualquier
otro momento de su vida, Eragon hubiera dado lo que fuera por compartir aquel
momento con Arya, pero precisamente en aquel momento era la persona a la que
menos deseaba ver. Arya tampoco las tenía todas consigo, finalmente, la
curiosidad había podido con el respecto que sentía hacia Eragon y estaba
dispuesta a todo con tal de arrancar un par de capítulos de la historia que
tanto ansiaba.
Un sudor frío,
que no tenía nada que ver con el frescor de la noche, empezó a deslizarse en la
espalda del jinete. Su clara y despejada mente empezaba a nublarse mientras
intentaba encontrar una respuesta apropiada. Había preparado aquel encuentro
durante tanto tiempo y no recordaba nada de lo que quería decir tantas otras
veces. Finalmente se decanto por lo más sencillo:
Yo también. –Arya no
pudo contenerse y abordó el tema directamente, sin dar un rodeo: un claro
error- ¿Qué te ha ocurrido en todos estos años?Creo que podreis relacionar esto con el avance que colgué hace tiempo