Eragon explotó,
sabía que Arya intentaba sonsacarle información, pero no creía que llegara a
intentarlo mediante una forma tan sucia como la seducción. Lentamente, mientras
miraba la mano de Arya, posó la suya sobre la de la elfa, para darle una
pequeña satisfacción. Entonces empezó a pronunciar con dulzura unas palabras en
el idioma antiguo. Cambio el orden de las palabras de tal manera que Arya no
supiese que orientación le daba al hechizo hasta la última palabra. Esta,
aguardó impaciente confiando en la dulzura del tono de Eragon. Pero cuando a
falta de una palabra, Eragon volvió a mirarla, Arya sintió miedo. Su mirada,
era cruel y llena de sed de venganza y mientras pronunciaba la última palabra
del hechizo, el jinete dibujó una sonrisa pícara.
Arya no pudo
evitar dar un grito cuando sintió como un millar de puñales le taladraban la
mano, profundos cortes se abrían inevitablemente en la palma y el dorso, y de
ellas brotaban sendos regueros de sangre. La elfa se derrumbó, estaba perdiendo
sangre y sabía que se desangraría en poco tiempo. La cabeza se le empezó a
nublar, así que busco rápidamente el hechizo de curación, pero cuando intento
utilizar las reservas de energía para llevarlo acabó, descubrió que no tenía
acceso a ella. Un impenetrable muro se erigía entre la elfa y su magia. Arya no
tardó en darse cuenta de que aquella barrera era de Eragon, que se había
introducido en su mente aprovechando la confusión. La elfa se sintió de pronto
desnuda ante la cantidad de información a la que Eragon tenía acceso en aquel
momento. Pero tampoco tuvo mucho tiempo para pensar en eso, necesitaba su
magia. Así que empezó a recorrer la interminable muralla que la separaba de su
única salvación. Pero la barrera no tenía ningún pequeño resquicio donde
intentar introducirse dentro.
Cuando al final se
rindió, termino gritándole a Eragon: “¡Déjame
pasar!” Su tono era más una súplica que un grito. “Haré lo que sea, LO QUE SEA” Pero nadie respondía. Una y otra vez
la elfa repetía su petición, hasta que al final, una voz conocida y que en
otros momentos la habría considerado amiga le respondió “¿Por qué?” Arya no tuvo tiempo de pensar una respuesta coherente.
Su cabeza era ya una charca embarrada de pensamientos sin sentido. Aun así supo
que estaba a punto de morir.