Justo en el
último momento, Arya sintió como la mano dejaba de sangrarle y que la sangre,
milagrosamente volvía a circular por su interior, a la vez que una voz terrible
resonaba como un trueno en su cabeza “No
vuelvas a intentarlo” entonces Eragon desapareció de su mente. Arya tardó
un rato en ser capaz de pensar con claridad, cuando al final lo consiguió el
jinete ya se había ido.
11 Destino
Al día
siguiente, la mañana ya estaba muy avanzada cuando Eragon salió por fin de sus
sueños de vigilia. Tras lo ocurrido la madrugada anterior, el remordimiento lo
había estado asaltando durante toda la noche. Una y otra vez escuchaba los
gritos de Arya intentando traspasar la barrera que el mismo había construido y
el deseo de ayudarla contrapuesto con el de que necesitaba un castigo por lo
que había hecho.
Al levantarse
descubrió que Saphira no estaba, pero no le dio importancia, probablemente
estaría con Firnen. Pero rápidamente otro pensamiento lo atacó “¿Y si Arya le había contado a Firnen lo
ocurrido la noche anterior? ¿Y si este se lo contaba a Saphira? ¿Estaría ella
de acuerdo con la decisión que él había tomado? Estas y otras preguntas
pasaban por su cabeza cuando un jovencito de no más de doce años, rubio y lleno
de pecas se le acercó y le entregó un sobrecito que parecía una carta. Eragon
le dio un par de monedas al chico y este hizo una torpe reverencia antes de
volver por dónde había venido.
Eragon no abrió
inmediatamente el sobre, sino que primero se conformó con observar los detalles
de este: el papel era áspero y de un extraño color morado claro, la parte donde
se encontraba la apertura estaba resaltada con un color verde apagado y el
sello donde se cerraba el sobre era de un color rojo intenso. Eragon pudo
distinguir dentro del sello un dragón bicéfalo detrás de un escudo en el que se
podía apreciar claramente el nombre de la guardia especial de Nasuada: Los
halcones de la noche.
Rompió el papel
morado con cuidado de no estropear el sello, dentro una pequeña nota de papel
esperaba a ser leída. En el momento en el que se fijo en las letras, pudo
apreciar la curvada caligrafía de Nasuada. La nota rezaba: ¿¡¡Cómo se te ocurre desaparecer así!!? Ven a la sala del trono dentro
del castillo dos horas después de la comida. Trae a Saphira.
La agresividad
de la nota sorprendió a Eragon, pero después entendió que había desaparecido
durante dos días, justo un día de haber vuelto, eso quería decir que apenas le
restaban otros tres días y lo que quedaba de ese para encontrar su respuesta a
la pregunta del dragón, además del banquete.
Aún quedaban un
par de horas para la comida, de modo que se decidió a hacer lo que no había
hecho la noche anterior, hablar con Brom. Se puso en marcha sin exactamente
saber adonde iba, deambulaba por las calles intentado encontrar al anciano.
Allí por donde pasaba despertaba grititos de sorpresa y alguna que otra mirada
que guardaba más que sorpresa. Mas de diez veces escuchó aquella pregunta que
empezaba a no resultarle tan extraña “Jinete
de dragón, ¿quieres casarte conmigo?” decían las jóvenes muchachas, antes
de darse la vuelta, tremendamente abochornadas cuando Eragon las identificaba y
les dedicaba su más encantadora sonrisa, y las veces que no las identificaba,
adivinaba fácilmente quien de ellas había sido porque eran rápidamente reprendidas
por sus abuelas. Eragon pensó de pronto que tal vez alguna de esas abuelas
fuera alguna de las otras jóvenes que le formularon la misma pregunta años
atrás en Farthern Dur, y se reía por dentro al ver lo mucho que cambiaba la
gente durante la vida.
Pero no eran solo
peticiones de matrimonio lo que Eragon escuchaba, muchos otros se acercaban a
sobarle y a darle las gracias, también le pedían que curase la pierna rota de
su hija pequeña, el resfriado de su suegra, etc., aunque más de uno lo que
pedía era que el resfriado agravase. Al final, Eragon terminó entrando en
cincuenta casas distintas, sin repetir el motivo por el que lo hacía, y cuando
se cansó desapareció ante las narices de un comerciante que insistía en
regalarle dinero con un sencillo hechizo.